Diecisiete. Mi casa de cantera.

Justo a las 6 de la mañana sonaba la campana del templo cerca de mi jardín y la luna aún presente en el agujero de la ventana. Despertaba nuevamente en un lugar desconocido, tenía al lado un par de compañeras de cuarto y una cocina lista para enseñarme a cocinar sola.
Mi casa de plantas y cantera, era la más bonita de lugar, justo donde comienza el callejón Ave María. Aurorita no nos dejaba salir más allá de las 11 de la noche, mucho menos meter algún hombre en la casa, ella escuchaba todo, todo lo que pasaba, hasta parecía saber lo que pensabamos.
Era tan retraída que me perdí casi más de la mitad de las cosas que viví. Me avergonzaba preguntar por la calle que buscaba y apenas acababa mi actividad y salía corriendo a mi casa de cantera. Me encontraba sola y me daba miedo ser parte de toda esa gente que no conocía y que sus costumbres eran tan distintas a las mías, y ¡además fumaban!.
Casi 10 años después, vuelvo a escuchar las campanas en otro espacio, quisiera volver a tener 17.

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