El torno


Crecí en un taller de cerámica, mis padres tenían uno, inventaba juegos con mi hermano mientras tratábamos de ayudar en algo. A veces me gustaba ir a pintar o platicar con los trabajadores de ahí, cuando tenía unos 10 años. Al terminar la preparatoria tenía intención de seguir con el taller, tenía muy claro que quería implementar nuevos diseños en las vajillas, tanto en su forma como en la decoración.
Cuando terminé la universidad, fuí por otro camino, sin olvidar aquello que soñaba, pero conocí otras cosas, otros oficios y viví nuevas experiencias.

Pasé por el gusto de aprender a cocinar en el pequeño restaurante de una francesa, que sin celo alguno me enseñó a preparar la deliciosa comida de su espacio. Ser autodidacta en la elaboración de calcomanías para hornear en cerámica. Trabajar en un algunos estudios de diseño y agencias de publicidad. Estudiar danza flamenca y ballet por unos años. Aprender joyería barroca con un maestro entrañable, comenzar con mi proyecto de ilustración, y aventurarme cada mes en los bazares de la Ciudad de México, donde mi trabajo fue muy bien recibido.

De repente llegó a mí la necesidad de aprender cerámica, de retomar ese sueño, pero ahora con todas las experiencias y el tiempo a mi favor.

Cada que me subo al torno, la arcilla da vueltas y poco a poco, con paciencia y seguridad va cambiando la forma, de abajo hacia arriba, comienzas con nada y si eres constante y asertivo en tus movimientos, tendrás una bella pieza.

La vida así, las experiencias van dando forma a nuestra existencia, con ayuda de nosotros mismos, de lo que hacemos y lo que no.

Comentarios

Entradas populares